Los protagonistas de la guerra

En Iraq, hay más de 140.000 soldados que se enfrentan desde hace tres años a un enemigo implacable, sanguinario y oculto.

Las brutales represalias de los soldados norteamericanos contra la población civil de Hadiza ayudan a entender la realidad de la guerra. El USA Today publicó un artículo, “La tensión del combate pasa factura”, donde se reúnen testimonios que deberían hacer recapacitar a todos los que, con ligereza y denodado entusiasmo, apoyan el recurso de la guerra para resolver conflictos políticos.

En Iraq, hay más de 140.000 soldados que durante más de tres años tienen enfrente a un enemigo implacable, sanguinario y oculto. Ante esta situación un comandante, profesor de Ética de la Academia Militar de West Point (EEUU), opina que “cuando hay tantas personas armadas con tanta potencia y sometidas a tanta presión, algo acabará ocurriendo”, y los soldados se enfrentarán con la población.

Un psicólogo universitario de California, que ha estudiado las violaciones del derecho internacional por EEUU en la guerra de Vietnam, se asombra por la sorpresa del incidente de Hadiza, porque “esto es lo que ocurre en las guerras”.

En el mismo artículo, un médico militar anuncia que, antes de llegar al asesinato vengativo de civiles, hay muchas otras “pequeñas acciones” que permiten liberar la presión de los soldados, “golpear a los civiles, empujarles con el fusil…”.

Todo parece explicarse porque muchos soldados están al límite. Así responde un cabo: “¿Que si estamos próximos a saltar? Sí, en nuestra pequeña vida personal que hemos construido encerrados en las bases”. Y puntualiza: “Es un resultado de la tensión que produce el estar en un lugar donde intentan matarte todos los días”. Prosigue, “no hay forma de entrenarse para esto. Se trata de luchar por tu vida. El cuerpo actúa haciéndote estar más alerta, más nervioso e irritable”.

La insurgencia combate en Iraq sin líneas de frente ni reglas de conducta. Para los ocupantes, un teléfono móvil puede ser un arma. El traductor que acompaña a la patrulla puede ser un espía y el proveedor de verduras de la base quizá ayude a corregir el tiro de los morteros. El enemigo se mezcla con la población, se esconde en sus lugares de culto y recurre al suicidio como arma. “Todo a nuestro alrededor es amenazante. En todas partes ves un posible enemigo”. “En la guerra ordinaria, el enemigo lleva uniforme y lucha de frente. No hay dudas respecto a quién se puede matar y quién no tiene nada que ver con la guerra”.

El profesor de West Point opinaba que “era más reconfortante cuando uno podía decir: ¿Ves aquella fila de árboles? Pues allí están las líneas alemanas. Es la incertidumbre de la muerte lo que resulta tan difícil de asumir en Iraq”. Esa ideal guerra ordinaria concluyó en cuanto el ejército iraquí se desintegró. Hay que atribuir a un grotesco planeamiento estratégico el no haber previsto que, tras la disolución de las fuerzas regulares, cobraría ímpetu la guerra irregular.

En esa situación se generan respuestas automáticas. Una de ellas es la deshumanización del adversario. Un sargento de la Guardia Nacional manifestaba: “Respondemos a cualquier fuego enemigo con potencia devastadora. Si no devuelves los disparos, es como si pidieras que te sigan tirando”.

Puesto que no es posible fiarse de nada ni de nadie, lo mejor es deshumanizar al enemigo para no tener que graduar la intensidad de la respuesta. Se empieza por aplicar nombres despectivos: “A todos los iraquíes les llamamos ‘hadyis’, palabra siempre precedida por un grosero calificativo”.

En Iraq, además, las tropas ocupantes deben ser soldados y policías. El profesor comentaba: “El campo de batalla es increíblemente complejo. Una parte de la patrulla está combatiendo a fondo mientras otra parte está regalando a los niños balones”. Si un francotirador abre fuego, los soldados le persiguen y lo abaten, pero los policías deben esforzarse por proteger a la población de sus disparos. ¿Puede una misma unidad militar desempeñar a la vez ambos papeles?

Todo parece indicar que aquellos que con tanta ligereza lanzaron a los cuatro vientos el nefasto ultimátum de las Azores, que llevó al mundo a la inestable situación actual, ignoraban del todo los aspectos más fundamentales de la guerra y la trataron con la estúpida frivolidad de muchos otros caudillos de salón que les han precedido en la historia de la humanidad. Ahora todos pagamos las consecuencias.

Alberto Piris: General de Artillería en la Reserva. Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)